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Suelo tomar un zumo de naranja como desayuno, siempre del mismo modo; y pienso, no sé en qué, pero pienso. Luego me sirvo una copa de whisky y miro por la ventana. En esos momentos me invaden las ganas de suicidarme, tal vez por lo pensamientos de los minutos anteriores, quizá por los de todos los días a la misma hora, o puede que sea por la puta insatisfacción del día a día. Tenerlo todo no da la felicidad, sin embargo, día tras día es lo que buscamos. Son ironías del vivir.

Desde pequeña soñé con esto. Vivir locamente, pero ya no quiero esto. Ni esto, ni nada.

Tendré que empezar a tomar la vida en serio. No sé si me explico, me refiero al compromiso, no a la alianza, no, sino a un pacto con la vida; si no me caso con la muerte, la vida me tiene que jurar felicidad. Espero que no me sea infiel, juro que de ser así, jamás regresaré.