Amame. Mimame. Acariciame. Besame. Hablame. Llamame. Mensajeame. Extrañame. Abrazame. Necesitame. Mirame. Escuchame. Sentime.Enamorame ♥originalidad

Soy feliz porque perdí la esperanza: se fue con mi dignidad y mi cintura.

Nunca somos más libres que cuando nos perdemos la esperanza.
Vos podrás leer esto y pensar "¡Cagamos! La pelotuda esta piró del todo". Pero no (O bueno, a lo mejor sí, pero todavía no me doy cuenta).
La cosa en realidad es bastante sencilla: a veces la esperanza, lejos de darnos aliento para seguir, nos hace mierda. Nos quedamos esperando un mensaje que no va a llegar nunca. Miramos la última conexión de Whatsapp como si fuese la medallita milagrosa. Revisamos 60 veces si se conectó, si tenemos Internet, si no nos cortaron el teléfono. Repasamos mentalmente cada conversación y cada detalle, algo así como CSI del pelotudo enganchado. Buscamos en cada gesto y actitud una pista de que no la cagamos. Y pensamos que está todo bien: nos esperanzamos. "Tal vez no pudo", "Tal vez no tuvo tiempo", "Quizás no vio mi mensaje". No. Basta. Nos quedamos parados en un lugar del orto, a la espera de que alguien vuelva, de que algo pase; de que irremediablemente las cosas se acomoden a gusto de nuestras expectativas. La esperanza a veces nos aleja de la realidad y nos hace esperar un bondi que ya pasó hace rato, mientras nos perdemos de otros que nos pasan por al lado, pero que no vemos, porque no tienen el cartelito que nos pusimos como destino.
Abandonar la esperanza a veces es un paso gigante para que la vida nos sorprenda. Es dejar ir nuestras ganas viejas y disfrutar de lo que aparezca, sin mayores problemas, sin el velo que nos da el tener todo preestablecido. Es mucho más fácil aferrarse a lo que tenemos más cerca que dejarse ir y esperar lo que no podemos imaginar, pero al mismo tiempo, es mucho más sano.
A lo mejor, en el trayecto, ese mensaje llega y te cambia todo. A lo mejor, seguir, es una manera de salir al encuentro de lo que esperabas.
Lo mío es un intento de que dejemos de remar y nos dejemos llevar un rato. Pase lo que pase, vamos a ser más felices. Porque para querer más, no siempre hace falta tener claro qué queremos ni para dónde vamos. Relajate. Metele una patada en el culo a la esperanza.